miércoles, 27 de agosto de 2008

MILITARES CORRUPTOS

ACTUALIDAD INTERNACIONAL Y LATINOAMERICANA
Guillermo Tribín Piedrahita

PERU: CONDENA PARA MILITARES CORRUPTOS
La implantación de una de las más fuertes corrupciones políticas en América Latina, la que organizaron y dirigieron en Perú el fugitivo ex presidente Alberto Fujimori y su siniestro asesor Vladimiro Montesinos se cobró, por fortuna, la cabeza de otros 13 militares, que estaban involucrados en las dos huidas que el “Rasputín” protagonizó en el año 2000 y en el recibo ilegal de dineros pertenecientes al Erario Público.
El pasado 30 de diciembre de 2003 se conocieron en Lima las condenas impuestas por el magistrado Saúl Peña Farfán, del Sexto Juzgado Anticorrupción, que dictó penas de siete años de “prisión efectiva” para los generales retirados José Villanueva Ruesta y Elesvan Bello, y del capitán retirado Roberto Huamán Azcurra, por el delito de “encubrimiento real” de la fuga protagonizada por Montesinos a comienzos del año 2000 hacia Panamá.
Además de estos tres militares corruptos, el magistrado dictó condenas contra otros diez oficiales, que fluctúan entre dos y siete años de cárcel, que para “devolver favores” a Montesinos, que utilizó dineros del Estado y tráfico de influencias, le permitieron huir de Lima, cuando se descubrieron sus numerosos delitos.
Peña Farfán impuso una condena de cuatro años de cárcel al vicealmirante retirado Humberto Rosas Bonicelli, ex jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y al militar José Malpartida; igualmente sentenció a dos años de prisión suspendida al oficial Mario Ruiz y a otros cuatro miembros de la seguridad personal de Montesinos.
El juez declaró “reos contumaces”, porque fueron juzgados en ausencia tras haber huido de Perú, a los militares Oscar Cáceres, Pedro Huertas Caballero, Edmundo Silva y Jesús Zamudio Aliaga.
A todos los 13 militares corruptos, además, Peña Farfán los condenó a pagar una reparación civil al Estado que totaliza 300.000 soles (86.206 dólares).
La decisión judicial del magistrado Peña Farfán fue recibida con especial complacencia por todos los estamentos peruanos, y en especial por los partidos políticos y los militares, que están seguros que Montesinos continuará recibiendo condenas por sus numerosos delitos y que no habrá en este caso, como en los procesos que se siguen contra Fujimori, “ninguna impunidad”.
Villanueva Rusta, que fue titular del ministerio del Interior y la Defensa, y que con el transcurso de los años ha sido descubierto como uno de los oficiales más corruptos del régimen, había sido también sentenciado una semana antes a otros 15 años de prisión por su implicación en la segunda fuga del “Rasputín” hacia Costa Rica y Venezuela en octubre del año 2000, a través de un segundo proceso judicial que se le abrió hace algunos meses.
En su primera huida, Montesinos pidió “asilo político” en Panamá, alegando que era un perseguido del nuevo gobierno instaurado tras la huida a Japón y posterior renuncia a su cargo de Fujimori, pero se le negó porque se consideró que no era un perseguido político sino un delincuente de “tomo y lomo”.
Montesinos, el más poderoso, junto con Fujimori, “jefe de la mafia” fue entregado por el gobierno venezolano en septiembre de 2000 a la justicia peruana y desde entonces se encuentra detenido y es juzgado por sus numerosos delitos.
Actualmente Montesinos ha sido condenado a penas firmes de prisión por 22 años y cuatro meses, que pueden verse aumentados notablemente pues aún le quedan pendientes, según la justicia peruana, no menos de 70 procesos por similar cantidad de delitos, y a indemnizar al Estado con 142 millones de dólares, suma insignificante porque sus robos le permitieron sacar más de 6.000 millones de dólares que había consignado en bancos de diferentes países, aunque ya algunas entidades bancarias suizas han devuelto algo más de 650 millones de dólares a las finanzas públicas peruanas.
Junto con Montesinos también otros siniestros y corruptos personajes políticos, como el ex ministro de la Presidencia Tomás González Reátegui y el ex alcalde del distrito limeño de Miraflores Luis Bedoya de Vivanco han sido condenados a un total de 16 años de prisión por la juez Inés Villa, presidenta de la Sala Especial Anticorrupción. El “Rasputín” recibió una condena de 8 años, el ex ministro otra de tres y el ex alcalde una de cinco años, por el delito de peculado (uso indebido o malversación de fondos públicos).
El siniestro personaje, que con Fujimori ideó y creó una amplia red de corrupción, en la que ambos sacaron la “mejor tajada”, tiene aún numerosos juicios por violación de los derechos humanos, otros por nuevos delitos de “tráfico de influencias”, homicidios y torturas, narcotráfico, lavado de dinero y venta de armas.
Su otrora poderoso jefe, que sigue residiendo en Tokio amparado por el gobierno japonés aprovechando que no existe un convenio bilateral de extradición, tiene abiertos en Perú diez juicios, entre ellos el de tráfico de armas por venta ilegal a las terroristas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), mal uso de donaciones, desapariciones forzadas, colusión ilegal y asociación ilícita para delinquir en agravio del Estado, pago ilegal a políticos y congresistas corruptos para que se convirtieran en tránsfugas de la oposición.
Durante su gobierno (1990-noviembre de 2000), Fujimori y Montesinos formaron unos de los más siniestros “dúos” encargados de corromper a las personas y que, al mismo tiempo, les sirviera para enriquecerse fácilmente pero, como siempre ocurre, al final se descubrieron sus ilícitas actividades y ambos huyeron, aunque el que fuese jefe del SIN resultó dos veces recapturado y ahora se encuentra detenido en una prisión militar en el puerto de El Callao.
Los dos malversadores de fondos, los dos corruptores, los dos funcionarios que traicionaron a Perú, tendrán que pagar todas sus fechorías porque la justicia peruana, por fortuna, dejó de tener “patente de corso” y ahora no permitirá que sigan actuando impunemente. Ya Montesinos está entre rejas y más temprano que tarde “el chino” –como se conoce a Fujimori en Perú- tendrá una celda como casa.

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